A Sergio.
My baby shoots me down, Bang Bang.
My baby shoots me down, Bang Bang.
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Me hace falta alcohol para calmar el ardor de mis labios, para embriagar un poco este miedo de tenerte cerca y no horrorizarme cuando te vayas. Bebes de la misma botella que yo y mientras lo haces veo en tu cuello el movimiento de tu garganta. No se si es tequila o anís, a lo mejor estamos tragando ron, ya no se con cual empezamos. Te burlas de mi sed y agitas la última gota que cae rendida sobre tu lengua; me lanzo sobre ti y te chupo los labios en un intento por no dejar esta ebriedad. No me importa estar en plena calle: sabes a deseo. Me empujas y sigues riéndote. No tenemos más dinero cabrón. Te veo caminar hasta la camioneta y es imposible no recordar a mi padre gritándome por el celular que la regrese. Sonrío cuando te veo regresar con el envase de cocacola lleno con agua jabonosa. Vamos, me dices. No era necesario sabias que iría tras de ti. Me siento en la banqueta para verte. Esperas el rojo del semáforo y corres a limpiar parabrisas. Tienes los ojos mansos y los movimientos de un toro de lídia. Regresas y me entregas diez pesos, como cuando conseguiste thinner con los chavos del cruce de Reforma y Bucareli o cuando cambiaste el nokia por tres pomos y un churro. Tengo sed. Juntamos lo suficiente y vamos por la botella de aguardiente. Siento el ardor del alcohol quemar la sequedad de mi boca. Pides que te de un trago. Te lo niego y levanto la botella con mi mano, alejándola de ti. Alcánzala chaparro, te digo. Tu esfuerzo se reduce a un abrazo, al que cedo sin mayor resistencia.
Te has quedado callado. ¿Desde hace cuantos días, cualquier lugar es un sitio conocido? Nos miramos, es tiempo de irnos. Siento nostalgia por dejar esta ciudad. Adelante hay otra mejor, aseguras y retornas a tu silencio; te pregunto en que piensas. Creo que uno de estos días es mi cumpleaños, me dices mientras subimos a la camioneta, cumplo veintiocho. Te beso y no se cuanto tiempo pasa antes de que encienda el motor. Tienes la mirada con la que te conocí, esa que pones cuando te da miedo seguir adelante. Yo también siento miedo. Lo sabes, por eso pones tu mano en mi nuca, acaricias mi cabeza y le das un trago al aguardiente, me lo pasas y bebo. Nunca te lo he dicho, ni te diré que te amo porque representas mi propia destrucción, suavizo la frase y te digo: Este es un amor que nos condena a morir. Lo sé, siempre lo he sabido, pero si estoy contigo me muero, si estoy sin ti también, me lo dices mientras fijas la mirada en el camino. ¿Qué hacemos? Te pregunto mientras acaricias mi cuello y jalas mi mano para besarla. ¿En la siguiente curva me sigo derecho? Me miras y haces un si con la cabeza.
Sólo un favor: abrázame fuerte cuando la camioneta salga de la carretera.
Te has quedado callado. ¿Desde hace cuantos días, cualquier lugar es un sitio conocido? Nos miramos, es tiempo de irnos. Siento nostalgia por dejar esta ciudad. Adelante hay otra mejor, aseguras y retornas a tu silencio; te pregunto en que piensas. Creo que uno de estos días es mi cumpleaños, me dices mientras subimos a la camioneta, cumplo veintiocho. Te beso y no se cuanto tiempo pasa antes de que encienda el motor. Tienes la mirada con la que te conocí, esa que pones cuando te da miedo seguir adelante. Yo también siento miedo. Lo sabes, por eso pones tu mano en mi nuca, acaricias mi cabeza y le das un trago al aguardiente, me lo pasas y bebo. Nunca te lo he dicho, ni te diré que te amo porque representas mi propia destrucción, suavizo la frase y te digo: Este es un amor que nos condena a morir. Lo sé, siempre lo he sabido, pero si estoy contigo me muero, si estoy sin ti también, me lo dices mientras fijas la mirada en el camino. ¿Qué hacemos? Te pregunto mientras acaricias mi cuello y jalas mi mano para besarla. ¿En la siguiente curva me sigo derecho? Me miras y haces un si con la cabeza.
Sólo un favor: abrázame fuerte cuando la camioneta salga de la carretera.