De los pasos que se siguen para sobrellevar la vida, de todo y nada, de mi y del mundo.
viernes, febrero 10, 2006
10 de febrero de 2006
Son las 11. 22 de la noche, estoy en Cuernavaca, Morelos. El viento soplaba con la furia de un invierno agonizante luchando por mantenerse vivo. Ahora (en el instante en el que escribo estas líneas) todo se ha quedado inmóvil. Las hojas de plátano, las ramas del limón, el naranjo y las bugambilias dejaron de moverse: todo es calma, casi como la antípoda a las palabras revueltas en mi corazón. No sopla el viento y los perros ladran. Al fondo escucho un aullido que no logro distinguir y que se ha callado. Ahora el silencio es supremo.
LA HOJA EN BLANCO
Una hoja en blanco es un túnel de ideas ocultas en la oscuridad del silencio; un intruso ante tus ojos; filo que corta las más nobles intenciones; es enfrentarte al escándalo de la verdad, a un rebelde con la firme intención de romper con el orden impuesto por los pensamientos; un delator del error y la ignorancia: es la cárcel a la cual las palabras nunca quieren llegar.
Ese pequeño rectángulo virtual ó físico, atascado en una pantalla o en un cilindro, rompe con la vergüenza del hombre y el egoísmo de la conciencia, confronta tu vanidad y la seguridad de tu destino.
De niño tuve la osadía de ensuciar el blanco de una hoja de papel con palabras que estorbaban entre mis dedos. El azar puso en ellas a mi primer lector; quien me sorprendió intentando robarle la verdad a una inmaculada lámina de papel. La torturaba con la punta de un bolígrafo y le imprimía sentencias que la condenaran a morir con las letras de un imaginario nogal.. Él llegó por detrás y se detuvo. Incómodo lo acusé como custodio del deber de un niño. Después, pronuncio palabras merecedoras de permanecer en el vientre de cualquier lápiz y de ser olvidadas por la conciencia del deber ser. Sus ojos brillaban con la misma fuerza de mis oraciones. ¡Ahí esta!-dijo- la belleza de lo no dicho en el vulgar decir cotidiano.
Hoy, veinticuatro años después, me encuentro ante el horror de mi silencio, delante de las palabras que desaparecen frente la deslumbrante figura de la pálida (como la muerte) imagen de un rectángulo inofensivo: testigo de mil suicidios y confesiones, secretos vergonzosos y revoluciones, amantes fieles y adúlteros necesitados, silencios escandalosos y verdades calladas, frases gastadas y miradas constantes, caricias subjetivas y odios encarnados. Aquí, en este papel que en otro idioma, donde no existe la arrogancia del ser humano, no dice nada; me confieso víctima de lo fortuito, de lo lúdico de la vida y donde hoy me debato por no permanecer callado.
Una hoja en blanco es la cobardía de los hombres por escuchar sus secretos, es el más infiel de los amantes, es la mágia oculta entre la consciencia humana y la verdad callada, es sencillamente: una simple e inútil herramienta para conservar la palabra.
Cuernavaca, Morelos a 10 de febrero de 2006.
Ese pequeño rectángulo virtual ó físico, atascado en una pantalla o en un cilindro, rompe con la vergüenza del hombre y el egoísmo de la conciencia, confronta tu vanidad y la seguridad de tu destino.
De niño tuve la osadía de ensuciar el blanco de una hoja de papel con palabras que estorbaban entre mis dedos. El azar puso en ellas a mi primer lector; quien me sorprendió intentando robarle la verdad a una inmaculada lámina de papel. La torturaba con la punta de un bolígrafo y le imprimía sentencias que la condenaran a morir con las letras de un imaginario nogal.. Él llegó por detrás y se detuvo. Incómodo lo acusé como custodio del deber de un niño. Después, pronuncio palabras merecedoras de permanecer en el vientre de cualquier lápiz y de ser olvidadas por la conciencia del deber ser. Sus ojos brillaban con la misma fuerza de mis oraciones. ¡Ahí esta!-dijo- la belleza de lo no dicho en el vulgar decir cotidiano.
Hoy, veinticuatro años después, me encuentro ante el horror de mi silencio, delante de las palabras que desaparecen frente la deslumbrante figura de la pálida (como la muerte) imagen de un rectángulo inofensivo: testigo de mil suicidios y confesiones, secretos vergonzosos y revoluciones, amantes fieles y adúlteros necesitados, silencios escandalosos y verdades calladas, frases gastadas y miradas constantes, caricias subjetivas y odios encarnados. Aquí, en este papel que en otro idioma, donde no existe la arrogancia del ser humano, no dice nada; me confieso víctima de lo fortuito, de lo lúdico de la vida y donde hoy me debato por no permanecer callado.
Una hoja en blanco es la cobardía de los hombres por escuchar sus secretos, es el más infiel de los amantes, es la mágia oculta entre la consciencia humana y la verdad callada, es sencillamente: una simple e inútil herramienta para conservar la palabra.
Cuernavaca, Morelos a 10 de febrero de 2006.
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