viernes, octubre 12, 2007

Las inconveniencias del amor

La noche en que se conocieron Pedro e Iván, estaban calientes y buscaban en el Chat alguien con quien coger. Cosa tan común para los dos, pero a diferencia de otras ocasiones ni uno ni el otro censuraron sus ganas con pláticas exigentes, búsquedas de coincidencias o en descubrir si existía o no el amor para ellos. Sencillamente, cada uno por su lado, querían aplacar la hormona que durante toda la tarde trajo a Pedro tentado a jugar con su dildo y a Iván a hacerse una chaqueta.

La conversación fue breve: Iv74 (Iván) le abrió ventana a Peter31 (Pedro), que para esas horas ya estaba harto de invitaciones para platicar o para conocerse, quería “una verga en el culo” y así se lo dijo a Iv74. Para él, si bien las fotografías de Peter31 no le decían mucho, la disposición de su cibercontacto le significó la salida más honrosa antes de jalársela. El hecho de que ambos vivieran en la Condesa facilitó las cosas: en menos de treinta minutos ambos estaban frente a frente, midiéndose la química y manoseándose mientras se desvestían: ambos presurosos, urgentes, deseosos de acabar con ese apetito sexual que los traía locos.

Pedro jamás imagino que esa noche se sentiría impresionadamente enamorado: lo supo cuando vio a Iván desnudo: delante de él se erigía, orgulloso, un enorme falo, tan grande que en algún momento dudó de su capacidad de recepción. Iván sonrío y se irguió, como un toro luciendo sus pitones ante un torero asustado por su presencia.

Ninguno dudó de la química, Iván logró meterse en Pedro y éste sintió por segunda ocasión la perdida de su virginidad, o lo que quedaba de ella. Pedro tenía seguro algo: ninguno de sus amantes más dotados, y tenía de donde tomar referencias, había llegado hasta donde llegó esa noche Iv74 (aún no se acostumbraba a llamarle Iván). Estaba sorprendido por su propia capacidad receptiva y se sentía orgulloso de tener en su cama una verga digna de ser envidiada por cualquier actor porno y más aun que la tuvo dentro de él, tan dentro que le movió el corazón.

El esfuerzo de su contacto, enterneció a Iván. Era el primer hombre que lo recibía sin ponerle límites a su tamaño y que se demostró plenamente complacido. Pedro jamás le dijo que el ardor en el culo no lo dejó dormir esa noche.

A la mañana siguiente, Pedro despertó y no pudo resistir las ganas de levantar las sábanas para mirar el pito de Iván: es maravilloso, pensó, después suspiró y se sintió enamorado. Decidido a conquistarlo salió de la cama para preparar el desayuno. No lo dejaré ir, pensó.

Como muchas de sus relaciones ésta no duró más de seis meses. El final comenzó aquella infausta tarde en que ambos salieron con los amigos de Pedro. En esa ocasión, Iván se dio cuenta que estaba esfumándose ante la mirada lujuriosa de la gente. Poco a poco sus manos, sus brazos, sus piernas, su rostro, su nombre desaparecía, todo menos su enorme verga; la cual crecía potencialmente delante de todos. Pedro no se sorprendió; por el contrario, le entusiasmó ver la mirada envidiosa de todos sus amigos: tenía a su lado la verga más grande, gruesa y dispuesta con la que él siempre soñó, con la que cualquiera hubiera soñado.

A los pocos minutos, Iván desapareció devorado por su propio pito; tuvo que luchar contra si mismo por imponerse ante los ojos de Pedro y de sus amigos. He ahí la causa del rompimiento entre ellos: Iván, desesperado por la metamorfosis y en un intento por auto confirmarse, gritó NO SOY SOLO UNA VERGA. Todos callaron propinándole sendas miradas de desaprobación. Iván tenía razón: detrás de aquel enorme falo estaba un pequeño hombre de cuya existencia nadie se percató, ni siquiera Pedro; quien sintió rompérsele el corazón al darse cuenta que el amor de su vida estaba unido a otro hombre. Eso no lo pudo tolerar, podía vivir con una enorme verga pero nunca con el hombre que estaba detrás de ella.

Nunca más volvieron a verse, Pedro reinició la búsqueda de ese gran amor que le llenara el enorme vacío e Iván volvió a disfrazarse de falo con esperanza de que alguien, algún día, lo mirara a los ojos y no a la bragueta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Opino que efectivamente, la gente pretende enamorarse de alguien, sin embargo son sus atributos sexuales (ya sea por el tamaño o la forma de uso) la que provoca esta ilusión.

Marco Antonio

Anónimo dijo...

Opino que, desafortunadamente la gente pretende enamorarse de alguien, pero son los atributos sexuales (ya sea el tamaño o la forma de usarlos), los que crean esa ilusión.

Maro Antonio