domingo, marzo 14, 2021

Ojos de niño

 Hoy me dio por jugar con las sombras. Perdí la destreza adquirida en la infancia, pero quería saber si seguían ahí. Bastó entretejer las manos para invocarlas y ahí estaban: el conejo lucía un poco más gordo y el camello peleaba su lugar con lo que parecía un caballo. Lo más sorprendente fue descubrirme mirando con los ojos de niño. Las sombras, lo oscuro, la ausencia de luz, las tinieblas se disiparon para dejar paso a la ilusión, la fantasía, la magia. Sentí un poco de nostalgia por mis ojos de niño. Mirar con ellos el mundo debe hacerlo parecer muy distinto.

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sábado, marzo 13, 2021

PÁNICO

 

Como una piedra que cae en medio de un lago durante una noche sin luna. Como los pasos de un niño extraviados en las llanuras del silencio. Como el fétido aliento de un moribundo en una tarde de junio. Así llega a ti. Con la congoja enlutada, el alma de vidrio y la piel llorosa.

Nada puedes hacer. Tus huesos y músculos son como una jaula arrojada a las brasas, donde se consumen las últimas sonrisas de la inocencia y la memoria. La memoria, con tus recuerdos tortuosos, es como el llanto sordo de un crío dentro del vientre de su madre apuñalada.

Impávido, desde un espejo negro; las catilinarias dictadas por tu reflejo son la lengua de un gato lamiendo tu corazón. Y en el desierto de la voluntad, donde el cuerpo de Dios se pudre, impera la amenaza de lo incierto... Solo te queda respirar. El aire es arena petrificada en tus pulmones y en tu mirada brilla la ceguera del suplicio.

En este proceso no hay causa ni sentencia, solo hay un verdugo navegando en una balsa en medio de un lago donde cae una piedra, donde los pasos de un niño se extravían, donde el viento juega con el fétido aliento de un moribundo obligado a vivir. Así son los temibles asaltos del pánico y sus huestes: la culpa, la desesperanza y el dolor.

domingo, marzo 16, 2008

Ausencias.

No soy puta por necesidad, lo soy por sosiego. Amé a un hombre que me pago mal, no, no, eso fue antes de que empezara en esto. Perdóneme la risa pero se puede mal interpretar. A él no le cobre, a él yo le di todo, tanto, que me dejó sin sin sueños, sin amor, sin ganas. Sólo me dejó su ausencia… su tierna ausencia. Eso es lo único que me quedó de él y es lo único que conservo. Todas las noches duermo con ella, a un lado de mi almohada, entre mis sábanas y pienso en él, así es como mejor puedo mantener vivo su recuerdo y es que le digo una cosa: no lo quiero olvidar porque ese hijo de la chingada me envenenó la piel.

¿Para que le cuento de mi vida antes de él? ¿para que quiere saber su nombre? póngale el que quiera. Usted me pregunto como fue que empecé en esto y se lo estoy platicando. Le puedo decir que yo tenía una vida como todos, hasta un titulo profesional tengo, pero eso no importa, a mi ya me vale madres. Yo me chingue el día que lo conocí: Salí de la oficina como todos los días y me marche a casa, estaba recién casada, camine hasta el metro y en el anden estaba él: con sus ojos grandes y su mirada dura. Mire, ya le estoy platicando de más. Era poco antes de la hora en que separaran a las mujeres de los hombres, cuando el metro empieza a llenarse. Él caminó hasta donde yo estaba y me echó esa mirada como de hipnosis, tenía lo ojos duros, ya le dije. Y me sentí como en los programas que salen en la tele, de cuando se van a aparear los animalitos: como cuando la hembra sede ante la melena del león. Le puedo jurar que ese día sentí como sus deseos se me metían por la nariz; yo no hice más que agachar la cabeza. Hijo de la chingada ¡que bonito sonreía!

El era un cazador, un cabrón cazador, andaba (y ha de andar) en busca de viejas a quien cogerse, ese puto no tiene corazón. ¿Qué si estoy enojada? A lo mejor si. Pero bueno, le decía que ese cabrón no tiene corazón, pero era bien decidido, apenas nos subimos al vagón, sentí como se me repegaba, apretándose contra mis nalgas, yo no sabía si darle una cachetada, reclamarle gritarle, pedir ayuda. Voltee a verlo con ojos de falsa molestia y el cabrón me volvió a echar esa sonrisa que me encantaba. Le juro que no pude resistirme, olía a hombre, a deseo, a un no imposible, a macho en busca de una hembra. No fue como con otros que se quieren pasar de listos y le dan un arrimón a una, no. Este hijo de la chingada, era el macho que yo quería que me preñara, cuando caí en cuenta de eso, ya no puse resistencia. Mire, a lo mejor no me explico, pero como los animalitos, las hembras siempre deciden quien quiere que se las coja. Así me pasó, era el de la melena más grande, el más cabrón de todos los hombres al que he conocido, el único capaz de montarme y así fue.

De ahí nos fuimos a un hotel y yo creo que ahí me terminé de chingar, debí haber sido menos impulsiva, pero la verdad, era difícil de controlar, lo quería sentir, lo quería tener, sentirme poseída por él. Después nos veíamos cada ocho días, así durante un año, luego: desapareció. Sin razón, sin porque, se fue y a mi me dejo con el pecho lleno de amor y la piel de deseo.

Lo busqué hasta en la morgue, pero fue como si se lo tragara la tierra, no lo volví a ver. Llegué al cuarto que rentamos para encontrarnos y él nunca más llegó. Lloré como un mes, día y noche, por eso no regresé nunca más con mi marido, para que no se diera cuenta de mi mal de amores.

Una de esas noches, tirada en mi cama, con la piel ardiéndome, con el pecho apesumbrado, con el deseo por él quemándome como tiza entre las piernas, con su recuerdo vivo: sentí la urgencia de que un cabrón me cogiera y me sacara las ganas que tenía de él. Así que me salí a caminar por insurgentes y ahí levante al primer señor. ¿Que si al primero le cobré? A huevo, a los hombres no les vuelvo a dar nada, cada minuto de mi vida se los voy a cobrar, como sea pero se los voy a cobrar. Esa noche me cogí como a seis, uno tras otro, y solo pensaba en que alguno de ellos me quitaran las ganas que tenía de él, que me lo sacaran de adentro, que aplacaran ese recuerdo que siento en mi piel. Cogí y cogí hasta que el cansancio me venció, después me fui a casa a dormir sin él, encariñada con su recuerdo, porque ese agotamiento también me recordó a él.

A mis clientes yo los escojo, aunque cada día es más difícil: estoy poniéndome vieja. Si, llegué a repetir: hubo uno que tenía el cuerpo y el pito tan parecido al de él que le prometí un segundo servicio con descuento, regreso, dos, tres veces, después se fue. No fíjese, nunca le agarre cariño, pero como me ayudaba a pensar en aquel.

No me pida que le explique porque no me lo puedo quitar, ni yo sé… es más, ya ni me interesa saber porque. Mire, el muy hijo de la chingada, me habló de amor y recuerdo bien clarita la cara que ponía cuando cogíamos. Se que de este pinche cuerpo recibió harto placer, por eso, para vengarme, dejo que otros gocen de él.

Cómo cree que va a aparecer, y si aparece: lo mato. Para que el hijo de la chingada no me quite lo último que me queda de él: su recuerdo y su ausencia, sobretodo para que no me quite estas ganas de vengarme, porque se bien que muerto ya no me serviría de nada. Por eso le digo: yo soy puta por sosiego, porque cogiendo aplaco este dolor que traigo en el pecho y este ardor que traigo entre las piernas. Porque se que si me lo encuentro me ha de hallar así: dándole placer a otros y no sólo a ese cabrón, que me hizo prometerle amor eterno.

¿Y porque le platico todo esto? A lo mejor porque usted mira igual que él o quizás porque también le gustaba harto platicar después de coger. Pero bueno, saque el billete todavía tengo que seguir y no lo tome a mal, pero aún traigo esas ganas metidas en el vientre y me las tengo que sacar, hasta que este pinche cuerpo se acabe.

viernes, marzo 14, 2008

Autorretro 4

Truenan los suspiros contra el muro
como tambores que anuncian
un encuentro inevitable,
en las sombras
tu piel denuncia mi deseo
y cincelas mi cuerpo
en una brutal embestida
contra el orden y la moral

Vacíate
inunda mi cuerpo
que habré de inundar el tuyo
para después
dejar escapar un poco de nuestras almas

Y en el limbo,
cuando el silencio retorne
vivir en la tinieblas
lejos de tu piel,
arrebatado de tus manos



Truenan mis palabras
que no llegan a tus oídos
mueren en el aire
sin poder tocarte

El día se muere
y en las sombras de la tarde
busco un poco de ti
para sobrevivir este instante
en que eres recuerdo

viernes, octubre 12, 2007

Las inconveniencias del amor

La noche en que se conocieron Pedro e Iván, estaban calientes y buscaban en el Chat alguien con quien coger. Cosa tan común para los dos, pero a diferencia de otras ocasiones ni uno ni el otro censuraron sus ganas con pláticas exigentes, búsquedas de coincidencias o en descubrir si existía o no el amor para ellos. Sencillamente, cada uno por su lado, querían aplacar la hormona que durante toda la tarde trajo a Pedro tentado a jugar con su dildo y a Iván a hacerse una chaqueta.

La conversación fue breve: Iv74 (Iván) le abrió ventana a Peter31 (Pedro), que para esas horas ya estaba harto de invitaciones para platicar o para conocerse, quería “una verga en el culo” y así se lo dijo a Iv74. Para él, si bien las fotografías de Peter31 no le decían mucho, la disposición de su cibercontacto le significó la salida más honrosa antes de jalársela. El hecho de que ambos vivieran en la Condesa facilitó las cosas: en menos de treinta minutos ambos estaban frente a frente, midiéndose la química y manoseándose mientras se desvestían: ambos presurosos, urgentes, deseosos de acabar con ese apetito sexual que los traía locos.

Pedro jamás imagino que esa noche se sentiría impresionadamente enamorado: lo supo cuando vio a Iván desnudo: delante de él se erigía, orgulloso, un enorme falo, tan grande que en algún momento dudó de su capacidad de recepción. Iván sonrío y se irguió, como un toro luciendo sus pitones ante un torero asustado por su presencia.

Ninguno dudó de la química, Iván logró meterse en Pedro y éste sintió por segunda ocasión la perdida de su virginidad, o lo que quedaba de ella. Pedro tenía seguro algo: ninguno de sus amantes más dotados, y tenía de donde tomar referencias, había llegado hasta donde llegó esa noche Iv74 (aún no se acostumbraba a llamarle Iván). Estaba sorprendido por su propia capacidad receptiva y se sentía orgulloso de tener en su cama una verga digna de ser envidiada por cualquier actor porno y más aun que la tuvo dentro de él, tan dentro que le movió el corazón.

El esfuerzo de su contacto, enterneció a Iván. Era el primer hombre que lo recibía sin ponerle límites a su tamaño y que se demostró plenamente complacido. Pedro jamás le dijo que el ardor en el culo no lo dejó dormir esa noche.

A la mañana siguiente, Pedro despertó y no pudo resistir las ganas de levantar las sábanas para mirar el pito de Iván: es maravilloso, pensó, después suspiró y se sintió enamorado. Decidido a conquistarlo salió de la cama para preparar el desayuno. No lo dejaré ir, pensó.

Como muchas de sus relaciones ésta no duró más de seis meses. El final comenzó aquella infausta tarde en que ambos salieron con los amigos de Pedro. En esa ocasión, Iván se dio cuenta que estaba esfumándose ante la mirada lujuriosa de la gente. Poco a poco sus manos, sus brazos, sus piernas, su rostro, su nombre desaparecía, todo menos su enorme verga; la cual crecía potencialmente delante de todos. Pedro no se sorprendió; por el contrario, le entusiasmó ver la mirada envidiosa de todos sus amigos: tenía a su lado la verga más grande, gruesa y dispuesta con la que él siempre soñó, con la que cualquiera hubiera soñado.

A los pocos minutos, Iván desapareció devorado por su propio pito; tuvo que luchar contra si mismo por imponerse ante los ojos de Pedro y de sus amigos. He ahí la causa del rompimiento entre ellos: Iván, desesperado por la metamorfosis y en un intento por auto confirmarse, gritó NO SOY SOLO UNA VERGA. Todos callaron propinándole sendas miradas de desaprobación. Iván tenía razón: detrás de aquel enorme falo estaba un pequeño hombre de cuya existencia nadie se percató, ni siquiera Pedro; quien sintió rompérsele el corazón al darse cuenta que el amor de su vida estaba unido a otro hombre. Eso no lo pudo tolerar, podía vivir con una enorme verga pero nunca con el hombre que estaba detrás de ella.

Nunca más volvieron a verse, Pedro reinició la búsqueda de ese gran amor que le llenara el enorme vacío e Iván volvió a disfrazarse de falo con esperanza de que alguien, algún día, lo mirara a los ojos y no a la bragueta.

jueves, octubre 11, 2007

Autorretrato 3

Giro, giros, gritos,
miro mi sombra derramada en el piso
extendida desde mi pies
huyendo de la luz
parece una piel
de la que he mudado
ecdisis existencial.

Intento pisarla y huye
apago la luz y ya no esta…
yo tampoco.

jueves, agosto 23, 2007

Autorretrato 2

Joder con esta mierda, este pinche blog empezó como una forma de matar el tiempo y contar cosas cagadas y no tan cagadas de la puta vida (y en su caso de la vida puta). No he sido un bloguero disciplinado y constante, pero últimamente antes de dormir (puteado por el trabajo) me acuerdo de este pinche rincón ignomioso y me pesa no haber escrito nada. En ese momento siento como que no me lave el hocico o no me limpie bien el culo y se vuelve una pinche obsesión jodida que he logrado apaciguar leyendo a Bukowski, a Serna (que bueno es ese cabrón) o viendo cualquier programa en la TV, hasta que me quedo jetón. Al otro día es lo mismo y lo mismo, hoy es lo mismo, siento como una obligación de alimentar a esta pinche memoria cibernética en un puro acto de exhibicionismo, de ventilar las mamadas de la vida de mis cuates, el mostrarme en mi estupidez emocional valiéndome madres que alguien observe los pliegues de mi consciencia. Y es que he caído en cuenta que el trabajo me absorbió de tal forma que me ha dejado sin vida, al grado que no hay nada interesante que contar, es decir no he cogido, no me he topado con las tropelías de una vida inútil, con las confesiones de una crisis pretenciosa y me he vuelto una pinche cucaracha kafkiana tan de hueva que me podría asfixiar con una rociada de raid mata bichos. Asi que si un wey (no me acuerdo quien) dijo que un escritor escribe para vivir yo necesito vivir para escribir, quizás ahí me doy cuenta porque no soy escritor y si un simple bloguero cuya vida se ha vuelto de hueva, así que le meto emoción a mi vida o husmeo (como suelo hacerlo) en la vida de mis cuates y les cuento.

El final de la batalla

Con los labios impregnados por sus besos,
confieso,
en la ruinas de mi alma,
bañadas con los ríos de mi sangre, lo grito
estoy derrotado
tendido en el árido valle del desamor
espero, moribundo,
la estocada final del desengaño
sírvanle de botín mis brazos
mi pasión de lumbre para la pira de mis restos

No hay misericordia para la derrota
ni clemencia para el caído
entre el hedor de mi silencio, suplico
rieguen cal sobre mi cuerpo
tantas veces penetrado
por su lanza de carne y orgullo.

Que la victoria corone sus dulces sienes
y grabe en el patio de su olvido
mi nombre
sin epitafio, ni ceremonias,
pues en el cementerio de los ilusos
sobran palabras
cuando palabras fueron
la causa de mi derrota.